GROSSO MODO

Lo intangible

ME ENCANTAN las pequeñas historias, son las verdaderamente grandes. Quién me iba a decir que a mi edad descubriría el valor de lo intangible gracias a dos niñas de once y diez años respectivamente. Isabel y Ana, sevillanas y residentes en el norte de Italia, concretamente en Clusone, en plena Lombardía. Es ésta la historia de dos quesos, si han leído bien, de dos quesos y una promesa callada y solamente sugerida. Sábado Santo, ellas partían al día siguiente y hablando con Isabel en la Alfalfa, le indiqué mi amor por los quesos y en el aire quedó la promesa de que la próxima vez me los traería.

Este fin de semana han vuelto por la primera comunión de la menor de ellas y efectivamente me los han traído. Aparte de que son exquisitos, lo verdaderamente importante subyace en el empeño por traérmelo, por hacerme feliz, en demostrar que mis sugerencias no caían en saco roto. A la madre, me imagino, le habrán repetido la promesa un millón de veces, y al padre le enviaron una foto de ambas con el susodicho producto entre sus manos, para que supiera que la misión había sido cumplida, tan solo unos días antes. Lástima que no puedan ver sus caras, todo orgullo y felicidad, realmente emocionante.

Existen miradas limpias de interés con ilusión de hacer a alguien feliz

Es de esos regalos que jamás olvidaré, que de alguna manera me une a sus historias y ha situado Clusone en mi mapa particular de afectos. Todo esto me ha hecho pensar mucho. Sumergidos como estamos en un mundo materialista donde los valores morales han mutado en intereses económicos, de repente dos pequeñas mujeres son capaces de hacerte recuperar el valor de lo intangible. Es una bellísima historia que contiene miles de ellas en su interior. La hermana mayor, Isabel, con su dulzura, convenciendo a Ana, la pequeña, de la importancia de no olvidarse de algo esencial, satisfacer una ilusión. La de su madre dándole la importancia suprema a algo tan banal como es llevar un recuerdo a un amigo de su padre. La del padre orgulloso de ver cómo sus hijas son capaces de crear un vínculo mágico a miles de kilómetros.

Aunque no lo crean, aún existen miradas limpias de cualquier interés, personas que se dejan llevar sólo por el cariño y la ilusión de ver a alguien feliz. Es mi pequeña historia de los dos quesos de Clusone y de dos niñas sevillanas que saben de la gloria de San Benito por su padre, que un día por mor de la suerte escucharon un deseo en la Alfalfa y lo han hecho realidad. Qué fácil es ser feliz cuando se comprenden determinadas cosas y que fácil es hacer feliz a los demás cuando sensibilidades como la de Isabel saben transmitir la importancia de lo meramente circunstancial convirtiéndolo, sin saberlo, en esencial.

manuelgrossogalvan@yahoo.es

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